Venezuela en el recuerdo…

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 CRÓNICAS PRETÉRITAS

                                   Por Donacio Cejas Padrón

             VENEZUELA EN EL RECUERDO, EN EL CORAZÓN

Sigo con esmerada atención las noticias de Venezuela, leo  cada día varios de sus periódicos, y como a tantas y tantas personas que  una parte de nuestras vidas transcurrió allí, nos cuesta mucho trabajo entender cuáles han sido las causas para que aquella patria generosa y receptiva de emigrantes de muy diversas procedencias, donde todos cabíamos y donde había acomodo y trabajo para quien quisiera adoptar como suya, una patria nueva, y desarrollar su vida laboral, y  formar su familia al amparo  de las grandes oportunidades que allí se ofrecían, se haya convertido en un país de emigrantes.

Mi experiencia fue enormemente positiva, llegué allí con apenas poco más de veinte años, ya casado, con toda una vida por delante, el destino quiso que en el barco donde viajé a Venezuela, llevara una réplica de la Virgen de Los Reyes, que días después  fue  entronizada en una Iglesia de Caracas, y allí se le celebró su primera fiesta, la cual se sigue celebrando.  Mi sorpresa fue grande cuando el dia de la fiesta, el templo estaba lleno de herreños, casi todos conocidos, ya integrados en la  nueva sociedad, e incluso con  una nueva manera de hablar, a todos los encontré alegres y contentos por  haber

elegido aquella  nueva vida, que seguramente continuaría por muchos años.

Encontré mi primer trabajo muy lejos de Caracas, en la lejana ciudad de San  Félix, y para llegar hasta allí por una larguísima carretera, tras muchas horas de viaje, hube de atravesar los campos petroleros de Monagas, algo nuevo y desconocido para mi, aquellas inmensas sabanas  sembradas  de balancines  que en  su incesante subir y bajar

extraían del subsuelo el petróleo, ese producto casi milagroso que mueve a la humanidad me deslumbraron. Esos campos de Monagas antes de llegar a su división con El Estado Bolívar, pues a ambas entidades federales los separa El Río Orinoco, fueron después convertidos en bosques de pinos, lo que se llamó El Plan Uverito, me tocó transitar  esta zona, años después  en tareas comerciales, llevando material para las empresas que allí estaban destacadas, recuerdo al ingeniero  Dr. Argimiro Maduro director del proyecto que sin duda fue una gran hazaña para la ecología y el medioambiente de Venezuela, creo recordar que se plantaron más de cien millones de árboles. Tuve yo ocasión en mis últimos viajes a Venezuela  y al visitar aquel inmenso bosque de ver los resultados de aquel proyecto tan grandioso que se había concebido unas decenas de años antes. Así era la Venezuela, todo se hacía a lo grande.

Avistar por vez primera El Río Orinoco resultó para mí una de las experiencias que jamás se me ha olvidado, me  parecía imposible  tanta agua dulce en su camino hacia el mar, y posiblemente  y por primera vez comprendí que estaba ante un país diferente, grandioso, dotado por la naturaleza de grandes maravillas, y que  era bueno para un joven como yo, entrar a formar parte de una sociedad tan abundante de recursos naturales,  que prometían riqueza y bienestar a sus pobladores. Tras casi treinta años  viviendo allí, supe también que  por unas u otras razones las cosas no resultaron como yo esperaba, y como tantos y tantos emigrantes decidí regresar al suelo patrio inmortal y milenario,  pues ya desde hacía  bastante tiempo comenzó  a gestarse una filosofía de gobierno muy diferente a la que venía transitando Venezuela, y con la cual había logrado grandes cuotas de felicidad y bienestar.

Al mismo tiempo que los inmigrantes fuimos abandonando el país, una corriente continua de venezolanos de todas las edades ha ido tomando también el camino hacia otras tierras en busca de mejor vida, ya se cuentan por millones los que han abandonado su patria, y al margen de cualquier otra consideración  de tipo social o económico, al menos para mí  lo más triste de ese fenómeno es la pérdida para el país de su material humano, pues en la inmensa mayoría de los casos la situación es irreversible porque la realidad se impone, el tiempo va  condicionando para que los inmigrantes en esos países vayan incorporándose a su tejido social y humano, nacerán niños ya con otra nacionalidad, y en suma  se repetirá la historia de tantos y tantos pueblos trasplantados a otro medio,  pero eso ha venido sucediendo casi siempre por la precariedad y hasta pobreza, de los países de origen,  que no es el caso de Venezuela, un país grande en extensión, muy poco poblado,  con recursos naturales abundantes que le  ha permitido recibir inmigrantes de  diferentes países, y todos cabíamos, nadie sospechaba que por razones políticas más que nada, por fanatismos estériles,  una buena parte de los venezolanos no encontraran el necesario sustento y acomodo social y humano para vivir en paz, seguridad y concordia.

En nuestra isla de El Hierro, de tradición de emigrantes, recibe ahora con bastante complacencia a  inmigrantes procedentes de Cuba, Venezuela, El Perú, etc. que ya   se  van integrando progresivamente a la vida de la isla, sus niños forman parte de la población escolar, sobre todo en El Golfo, donde me cuentan que la matrícula de alumnos en los  diferentes niveles  ronda los quinientos niños, y es lógico pensar que esa es la mejor riqueza de nuestro valle, donde no hay niños no hay progreso posible. Decía hace unos días en televisión un famoso sociólogo español, que la solución a la  España despoblada viene precisamente de la mano de esos inmigrantes latinos, que son éstos los que mejor se adaptan a nuestra forma de vida, hablan nuestra lengua, y muchos de ellos son precisamente descendientes  de aquellas legiones emigrantes españoles de otros  tiempos.  Con frecuencia vemos en Frontera a niños con rasgos latinos  formando parte de equipos de lucha, fútbol y de otros deportes,  asistiendo a misa los domingos y haciendo la primera comunión en nuestra parroquia, y a sus padres  trabajando en nuestras fincas y en otros menesteres, así es como se forman los conglomerados y asientos  humanos.

Yo fui emigrante por casi treinta años en Venezuela, tuve muchos contactos con nuestros embajadores en Caracas, ( conocí a tres)

pues por fortuna para mí, ejercí por un tiempo de vicecónsul honorario de España en aquella zona donde vivía,  y en mis conversaciones con estos diplomáticos, y con los cónsules,  hombres de gran talla humana y profesional, percibía en ellos la pena que les producía cuando visitaban La Hermandad Gallega, El Centro Asturiano, El Hogar Canario, y muchos centros de advocación española, repartidos por todo el país, donde apreciaban el trabajo y la valía de las colonias hispanas, modelo de hombres trabajadores y de familias bien estructuradas,  que  esos hombres y mujeres no hubiesen podido desarrollar sus cualidades en nuestro país España contribuyendo a su enriquecimiento y grandeza, porque ya sabían que su regreso era imposible,  y que quien se beneficiaba de trabajo y  esfuerzo era Venezuela.

En nuestra familia también está ocurriendo igual, mi menor hijo Donacio VI, ejerciendo de arquitecto en Londres, me manifiesta frecuentemente que seguramente allí concluirá su vida laboral, que le hubiese gustado  haberla ejercido en España, pero  no encontró en su momento el puesto adecuado a su profesión y hubo de tomar el camino de la emigración.

Esperemos que nuestros gobernantes a todos los niveles sepan acertar en sus decisiones para que ningún español se vea obligado a la siempre dolorosa emigración.

FOTO DE LA EMBAJADA DE ESPAÑA EN CARACAS JUNTO AL EMBAJADOR DE ESPAÑA Y EL MINISTRO FRAGA CUANDO D. DONACIO CEJAS EJERCÍA COMO VICECÓNSUL HONORARIO DE ESPAÑA EN EL ESTADO BOLÍVAR

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