falleció MATIAS MORALES

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                              CRÓNICAS PRETÉRITAS

                               Por Donacio  Cejas Padrón

                  FALLECIÓ EL VECINO DE SAN ANDRÉS MATÍAS MORALES HERNÁNDEZ

En días pasados falleció el vecino de San Andrés residente en Tenerife Matías Morales Hernández, cuyos restos mortales descansan ya en el cementerio de su pueblo,  donde reposan también algunos de sus seres más queridos. Su sepelio tuvo el acompañamiento de gran cantidad de amigos, familiares y vecinos, que quisieron testimoniarle con su presencia a su familia, el cariño de cuantos tuvimos la suerte de conocerle.

Fué Matias un hombre muy abierto, gran conversador,  amante de su isla y de su pueblo de San Andrés, pues si bien emigró de joven a Venezuela, y a su regreso se radicó en Santa Cruz de Tenerife. Nunca  se alejó espiritualmente de  El Hierro,  incansable trabajador repartiendo productos herreños por toda la ciudad donde vivía,  todas sus conversaciones se relacionaban con su isla natal, y en los últimos años, ya jubilado pasaba sus tardes sentado en La Rambla,  siempre rodeado  de un grupo de amigos, que nos deleitábamos oyéndole sus amenas conversaciones.

En mi caso particular, me unían a él lazos de consanguinidad, pues ambos descendemos por línea directa del  Alcalde Pablo, ilustre personaje de Los Llanillos del cual ya mucho se ha escrito, y muy gustosamente he pasado largos ratos junto a Matías  conversando sobre nuestra  estirpe Los Padrones, que extendida  mayoritariamente entre  San Andrés e Isora, pudiera ser una de las más numerosa de esos pueblos, me contaba mi abuelo Francisco Padrón Reboso,  que  tenía más de cincuenta primos hermanos, y que a todos los conocía y con todos llevaba buen trato. 

Yo  conocí a Matias a su regreso de Venezuela  allá por los años sesenta, era un joven esbelto que se distinguía por su educación y buenos modos, y  era a su vez vecino de mi novia entonces y después mi esposa, y esa proximidad contribuyó sin duda a que nuestra relación fuera continuada  durante todos estos años,  además  él contrajo matrimonio con una amiga y también vecina de mi esposa, Maria Luisa González,  y  por lo tanto el nexo de amistad fuera más intenso aún.

Lamentablemente Maria Luisa falleció muy tempranamente, lo mismo que su hijo Rodolfo, y estas penosas  circunstancias pesaron enormemente en la personalidad de Matías, que arrastró su dolor  con entereza, pero que  no le permitieron volver a ser el mismo.  Sus últimos años de  vida los pasó junto a su hija Silvia, su esposo y sus nietos, que ahora sienten el desconsuelo de su partida.

En mis largas y bastante  repetidas conversaciones con Matías, tuve  la  suerte de ahondar  en los pormenores de su vida, desde niño, y me admiraba observar  la veneración  que sentía por sus padres Matías y María, entre otras razones, además de por  su seriedad y espíritu de lucha en los difíciles años de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, porque contrariamente a lo acostumbrado en los pueblos de nuestra isla entonces, que cuando los niños dejaban por edad la escuela primaria, enseguida los padres los mandaban a trabajar al campo,   sus padres  no,  lo mandaban   a clase a Isora a la escuela de D. Pancho, todo el día, llevaba su comidita y desde la mañana marchaba para Isora hasta la tardecita que regresaba. De D. Pancho aprendió una cultura general bastante amplia, y lo mismo de D. Aniceto, que también daba clases particulares por aquellos tiempos. 

Después su padre habló con el Párroco de Valverde y lo mandó a que ampliara sus estudios de cultura general y contabilidad, allí estuvo  un largo tiempo, y después ya pasó a trabajar con el empresario D. Nicolás Pérez en su tienda de La Punta de La Carretera, y  por sus conocimientos de contabilidad ayudaba en la oficina tanto a D. Nicolás como a su esposa Dª. Tilde, y ellos lo mandaban  al muelle con  los camiones a  recibir la mercancía que llegaba en el  barco y a tomar nota de las exportaciones que la empresa hacía  para otras islas. Siempre me comentaba lo cariñosos que fueron con él tanto D. Nicolás como su esposa y lo útiles que le fueron los conocimientos administrativos  que de ellos aprendió.

Por aquellos tiempos, su padre emigró a Venezuela, y siempre me resaltó, que el primer  regalo que recibió desde Venezuela, enviado por él, fué una máquina de escribir, es muy posible que  fuera la  primera en el pueblo, ya se dedicó a hacer escrituras y documentos que le eran  requeridos por los vecinos, hasta que poco después y reclamado por su padre, emprendió su camino migratorio a la Venezuela acogedora y generosa, que recibía al rio de  jóvenes  europeos que  arribaban a La Guaira.  Me hablaba con mucha emoción de sus primeros tiempos allí, durmiendo casi en una chabola junto a su padre y otros paisanos,  con  el ahorro como prioridad para reunir unas perritas que enviar a su madre  que ya estaba preparando la construcción de su nueva casa en El Llano.

Poco tiempo después su padre regresó, pero creo que antes llegó allí su hermano Valentín, que allí permanece aún, en la zona petrolera de El Tigre en Anzoategui.

Al despedir estos días a Matías, con gran pena, tuve la inmensa satisfacción de  recordar el afecto y cariño que siempre me mostró, y he prometido a su familia, que desde mi casa y de los míos mantendremos siempre viva  la luz de nuestra amistad, ese será sin duda el mejor tributo a su persona, a su recuerdo.

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